Volumen
7 No. 12 Enero-
junio 2025 Páginas
22 - 32 |
|
ISSN: 2710 - 0537 ISSN-L: 2710 – 0537 |
La convivencia
escolar preventiva en el espacio académico
Preventive school coexistence in the academic space
Néstor Rafael Perico-Granados
nestor.perico@uniminuto.edu.co
https://orcid.org/0000-0003-1768-793X
UNIMINUTO, Tunja, Colombia
Yine
Quevedo-Soler
yipaqueso@hotmail.com
https://orcid.org/0000-0002-7357-0325
Colegio Coopteboy, Tunja,
Colombia
Carolina Tovar-Torres
carolina.tovar@uniminuto.edu
https://orcid.org/0000-0003-3019-9092
UNIMINUTO, Tunja, Colombia
Jenifer Garza-Puentes
jenifer.garza@uniminuto.edu
https://orcid.org/0000-0001-9021-0340
Corporación Universitaria Minuto de Dios,
Bogotá, Colombia
Evelyn Carolina
Medina-Naranjo
evelyn.medina236@educacionbogota.edu.co
https://orcid.org/0009-0001-2942-8516
Secretaria de Educación Distrital (SED), Bogotá, Colombia
Heidy
Arevalo-Algarra
heidyarevalo2019@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-5312-0407
Investigadora independiente, Medellín, Colombia
https://doi.org/10.61287/rebe.v7i12.1185
Artículo recibido: 25 de junio 2024 |
Arbitrado: 15 de julio 2024 | Aceptado: 01 de septiembre 2024 | Publicado: 02
de enero 2024
Resumen
La formación para la convivencia escolar
necesita planeación y acciones de directivos, administrativos y docentes. La
investigación tuvo como propósito fortalecer relaciones armónicas en la
comunidad educativa del Colegio COOPTEBOY, en Tunja-Boyacá-Colombia. Se aplicó
una investigación mixta con diseño acción educativa. Se elaboró revisión
documental, ejecución y análisis de resultados semestrales, durante tres años.
Se aplicaron entrevistas, encuestas y rejillas de observación. Se contrastaron
hallazgos con conceptos de autores reconocidos. Se encontraron relaciones más
respetuosas en grados sexto, séptimo y parcialmente octavo. Igualmente, se
observaron cambios en docentes con la socialización, reflexión y aplicación de
sus proyectos de vida, en relación con actividades académicas, como la escucha
empática y solución de conflictos. Persiste inasistencia de padres de familia a
actividades escolares en noveno a once, cursos con mayores problemáticas en
convivencia. Se recomienda continuar con la investigación para consolidar
resultados positivos y cambiar negativos.
Palabras clave: Ambiente educacional; Convivencia pacífica; Docente; Estrategias
educativas; Mediación; Solución de conflictos
Abstract
Training for
school coexistence needs planning and actions by managers, administrators and
teachers. The purpose of the research was to strengthen harmonious
relationships in the educational community of the COOPTEBOY School, in
Tunja-Boyacá-Colombia. Educational action research was applied. Document
review, execution and analysis of semiannual results were carried out for three
years. In-depth interviews, surveys and observation grids were applied.
Findings were contrasted with concepts from recognized authors. More respectful
relationships were found in sixth, seventh, and partially eighth grades.
Likewise, changes were observed in teachers with socialization, reflection and
application of their life projects, in relation to academic activities, such as
empathic listening and conflict resolution. Parents persist in not attending
school activities in ninth to eleventh grades, with problems in coexistence. It
is recommended to continue research to consolidate positive results and change
negative ones.
Keywords: Educational environment; Peaceful coexistence; Teachers; Educational
strategies; Conciliation; Conflict resolution
INTRODUCCIÓN
La educación
tiene el reto de formar cognitivamente y fortalecer principios y valores para
consolidar ciudadanos enfocados en convivencia y paz. Para Delors (1996) la
educación incluye aprender a conocer, ser, hacer y vivir juntos. Un proceso a
desarrollar con participación colectiva y permanente, para construir el mundo a
heredar a siguientes generaciones (Morín, 1994 citado en Barberuosse 2008).
Aunque es responsabilidad de familias, escuela, sociedad y Estado. Al respecto,
la urgencia radica en que hoy prevalecen actos de violencia verbal y física, en
centros educativos, elementos perjudiciales para la formación.
En el mundo, la
convivencia escolar es un tema de investigación continua por aumento de
escenarios violentos. Además, es un problema de salud pública que incide
negativamente en el aprendizaje (Medina et al., 2017). En Estados Unidos 52 de
cada 1.000 estudiantes son víctimas de violencia escolar y un 25% expresaron
participar en enfrentamientos físico entre 2013-2014 (Quevedo-Soler, 2020). Con
acompañamiento de padres, a la salida del colegio, disminuyeron acciones
violentas.
En América
Latina crece la violencia escolar en los últimos años, aspecto que trasciende
de las aulas a la sociedad (Andrades-Moya, 2020). Entre el 80 y 90% de niños y
adolescentes en México sufren castigo corporal en casa y entre el 30 y 60% han
sido objeto de acoso físico o verbal en la escuela (Mingo, 2010). En Brasil,
Colombia y Ecuador, según Trucco e Inostroza (2017), el 26% de estudiantes de
grado sexto indican que sus compañeros se burlan de ellos. Un 16% de docentes
indican presencia de violencia de estudiantes hacia profesores; en Brasil
asciende al 40%. Este fenómeno se acentúa en Argentina y en Cuba es mucho
menor. Entonces, es un grave problema para tratar.
En Colombia se
presentan 18 homicidios al año por cada 100.000 habitantes (Trucco e Inostroza,
2017). En contraste, un 80 al 90% de estudiantes son colaboradores con
compañeros discapacitados o condición diferente (Sánchez-Ortiz y
Sánchez-Reales, 2018). A pesar de indicadores positivos, el 64% los ridiculizan
e insultan, el 50% participan en peleas fuera del colegio, 48% tienen poca
comunicación familiar y 43% toman sin permiso
objetos de compañeros. En este sentido, en
entrevistas de exploración, se encontró que en Boyacá los niños presentan
irrespeto, intolerancia y desinterés por procesos de aprendizaje.
En el Colegio
Coopteboy 28 estudiantes afirmaron que, en su ambiente educacional se presentan
enfrentamientos físicos y verbales entre ellos, además, se sienten intimidados
o amenazados (Quevedo-Soler, 2020). Al contrario, una sana convivencia escolar
fomenta armoniosas relaciones interpersonales. Entonces, se necesita disminuir
violencia en el ambiente educacional, fortalecer comunicación y resolver
conflictos de forma negociada y asertiva.
Sin embargo, en
los últimos años se buscan soluciones desde el Proyecto Educativo Institucional
(PEI), con el mejoramiento del clima educativo, mayor participación de
estudiantes en actividades democráticas y fundamentación en el cumplimiento de
normas (Pérez y López, 2010). Igualmente, se profundiza en la comunicación
interpersonal para solucionar conflictos de manera negociada y construir
convivencia escolar (Gutiérrez-Méndez y Pérez-Archundía, 2015). Con el mismo
propósito, se han construido ambientes educacionales para promover el
aprendizaje, a través de principios y valores para una mejor interacción de
discentes (Ramírez-Carmona, et, tal.,
2016).
Igualmente,
existen estudios sobre violencia que proponen aprovechar conflictos para
promover su solución (Villalba-Cano, 2016). Se hacen análisis históricos, con
inclusión de políticas públicas en América Latina y con conclusiones sobre la
situación actual en esta región (Trucco e Inostroza, 2017). También, la
violencia escolar inicide negativamente para construir conocimientos y se
presenta de forma diferenciada por sexo, aspectos que han permitido emprender
acciones para prevenir agresiones y mejorar la convivencia (Medina, et., tal., 2017). Finalmente, se ven
diferentes causas que dan origen a la violencia escolar y su incidencia en la
convivencia (Andrades-Moya, 2020).
Entonces, en la
escuela se pueden promover acciones de convivencia sana, mejorar interacción
interpersonal, aprender a vivir juntos y trabajar en equipo. Según Covey (2012)
formular y aplicar el
proyecto de vida permite optimizar tiempos
para cumplir metas personales. La investigación educativa promueve en los
docentes comprender su papel de liderazgo para la convivencia escolar. El
proyecto se propuso identificar estrategias para fortalecer la convivencia
escolar en la institución y observar avances surgidos al respecto.
Se enfatiza en
la propuesta de Delors (1996), La
educación encierra un tesoro. En
ella se proponen cuatro elementos esenciales en educación y se destaca el
aprender a vivir juntos. Igualmente, se toma como referente a Covey (2012) en
solución de conflictos, que promueve la fundamentación en principios y en
valores para hacer acuerdos, mediante la escucha empática. Finalmente, muestra
un horizonte de bases de datos en los últimos años (Andrades-Moya, 2020), sobre
convivencia escolar en Latinoamérica.
Finalmente, el
estudio es importante porque hoy inciden muchos factores externos a las
familias como la televisón, los amigos, los compromisos laborales de los padres
y en cierto grado la impunidad, para hacer visible que la sociedad requiere
poner más atención a la edución de la juventud, especialmente en la
construcción de principios y de valores de vida (Covey, 2012). Igualmente,
asiste una gran responsabilidad a la academia, además de contenidos de los
planes de estudio, abordar la definición de los princios de vida y de los
valores, junto con sus principales comportamientos, para construir espacios de
convivencia y para aprender a resolver conflictos de manera pacífica, mediante
acuerdos.
MÉTODO
Se aplicó la
investigación mixta. Se aprovecharon fortalezas cuantitativas y cualitativas
para recolectar información y analizar resultados y solucionar problemáticas
(Hernández-Sampieri y Mendoza 2018). El diseño investigación-acción educativa
promovió cambios en docentes y estudiantes (Elliott, 2005). Se seleccionó el
Colegio Coopteboy, en Tunja-Boyacá. La muestra fue de 12 docentes y 175
estudiantes de sexto a undécimo.
Al respecto, se
hicieron entrevistas y encuestas de exploración en 2016 y se fortaleció el
centro de conciliación. Un proceso para llegar a acuerdos con estudiantes, con
mediación de un maestro, para evitar agresiones y firmar acuerdos. Igualmente,
profesores y directivos escogieron un valor
semanal y pegaron afiches alusivos, en diferentes sitios del establecimiento,
para practicarlos (Quevedo-Soler, 2020). De la misma manera, se vincularon las
clases de Ética y Religión para reflexionar con estudiantes sobre las bondades
de la convivencia escolar sana. En el año 2017 se hicieron entrevistas a
profundidad a docentes y estudiantes, se aplicaron encuestas y se hicieron
rejillas de observación, conversatorios y talleres con maestros para crear y
consolidar competencias, especialmente sobre sus proyectos de vida. Se vincularon estrategias de aula: trabajo en
equipo, juegos de integración, salidas de campo y visitas a bibliotecas.
Con lecturas se
propuso a estudiantes elaborar ensayos puesto que la es reflexión esencial para
internalizar conocimientos. Una forma para construir conocimiento y
competencias es con la elaboración de ensayos para poner en blanco y negro
aprendizajes, con base en proyectos (Avella-Forero, et al., 2021 y
Perico-Granados et al., 2021). En este sentido, se hicieron reuniones del
equipo de investigación semanalmente para analizar avances y establecer
actividades venideras. Al finalizar cada semestre se valoraron y reformularon
actividades para siguientes periodos.
Se recolectó
información de faltas y compromisos de estudiantes de 2017 a 2019 registrados
en observadores estudiantiles. Entre ellas: llegadas tarde al colegio,
inasistencia de padres a reuniones, anulación de evaluaciones, no portar la
agenda, uso de celular en clase, porte incorrecto del uniforme, no presentar
actividades y otras faltas al manual de convivencia. Se resaltan agresiones
verbales, físicas y psicológicas a compañeros, docentes y directivos.
Igualmente, se aplicaron dos encuestas a docentes en 2017 y 2018 para
identificar su quehacer y actitud frente al conflicto. Con todos los maestros
se hicieron diez conversatorios y talleres en los años 2018 y 2019 para revisar
y estructurar su proyecto de vida, su relación frente a la convivencia escolar
y los resultados se recogieron en las planillas. Se aplicó una encuesta y una
entrevista sobre el desarrollo de esta estrategia en 2019. Para determinar la
perspectiva de estudiantes sobre convivencia escolar en 2018 y 2019, se
aplicaron encuestas y entrevistas a la muestra.
Una causa de la
violencia escolar radica en ausencia de pautas de crianza apropiadas en
hogares, pero corresponde a docentes concentrar esfuerzos en la escuela e
intentar la colaboración de familias. Sin embargo, esta participación fue poco
efectiva (Villareal-Montoya, et., al, 2020). No obstante, se tomaron
autorizaciones de padres para utilizar datos de forma legal. Finalmente, se
hicieron reflexiones de autores sobre formulación de proyectos de vida y
artículos que promueven el desarrollo de competencias humanas como:
solidaridad, colaboración, cooperación, reflexión, pensamiento crítico y
sostenibilidad ambiental (Perico-Granados, Tuay-Sigua et., al., 2022).
RESULTADOS
Convivencia escolar
Con base en registros de observadores estudiantiles se encontró que en
undécimo el irrespeto en estudiantes aumentó de 21% en 2017 a 30% en 2019. En
décimo aumentó de 25% en 2018 a 28% en 2019. En noveno aumentó el 4% y en
octavo el 12% del 2018-19. En séptimo disminuyó un 5% y la disminución más
notoria fue en sexto con un 47% del año 2017 al 2019. Se observa que, en
octavo, noveno, décimo y undécimo, a pesar de las herramientas utilizadas los
estudiantes siguen con creciente número de faltas. Los docentes explican que
una razón puede ser la adolescencia. Etapa caracterizada por un afán por crear
identidad corporal e individual que puede ser turbulenta e inestable, sumado a
otros cambios físicos, psicológicos y sociales (Iglesias, 2013). Entonces, con
cursos que tengan estudiantes con edades similares se deben utilizar otras
estrategias o incrementar las aplicadas, para obtener mejores resultados.
En cambio, acciones aplicadas con estudiantes, conversatorios y talleres
con maestros surtió un efecto positivo en estudiantes de sexto y séptimo. Del
primero dicen los docentes que se observa compañerismo, solidaridad y
colaboración. Ellos atribuyen resultados positivos a una escucha activa de
estudiantes, aplicación de propuestas y trabajo en equipo. Los cambios de
paradigmas se suscitan con más facilidad en edades más tempranas (Covey, 2012).
En este sentido, se vieron cambios significativos con estrategias similares en
estudiantes más jóvenes, elementos a reforzar de forma periódica para obtener resultados
consolidados a mediano plazo.
En cursos más altos prevalecen: inasistencias, uso de celulares, falta
de atención en espacios académicos y distanciamiento con maestros. En los dos
últimos grados, con aplicación de instrumentos, se notó actitud conflictiva y
los discentes se sentían agredidos por preguntas efectuadas. Los docentes
explican que en estos cursos los comentarios negativos de estudiantes son los
mayores detonantes de agresiones, ponen menos atención y los cambios han sido
difíciles. Sin embargo, con base en principios y en valores, de forma íntegra y
con constancia, se pueden obtener resultados importantes en estas edades. Al
respecto, para estos cursos es necesario construir confianza para promover
cambios e incrementar aprendizajes, a través de transformaciones en actitudes y
en conductas que permiten comportamientos de convivencia escolar sana.
La inasistencia de padres de familia a reuniones, asambleas y demás
actividades educativas es una tendencia creciente en todos los grados, con un
promedio del 63% en tres años. Se hicieron esfuerzos para que ellos fueran a
sesiones programadas, con invitaciones personalizadas y llamadas telefónicas
con resultados negativos. Con participación de padres de familia se potencia
procesos formativos en competencias humanas: solidaridad, trabajo en equipo,
colaboración, en construcción de conocimientos con nuevos ambientes
educacionales y menor presencia de conflictos. Al respecto, maestros y
directivos tienen pendiente crear condiciones para un buen aprendizaje y
mejorar la construcción de competencias para la convivencia escolar, a través
de ejercitar la cercanía con padres de familia.
En este mismo sentido, niños y jóvenes necesitan de la presencia de sus
padres en el proceso del crecimiento intelectual y personal, pues permite
potenciar capacidades en cualquiera de sus etapas de aprendizaje. La presencia
de padres en actividades educativas genera compromiso del estudiante con su
aprendizaje y disminuye problemáticas de disciplina (Valdés y Sánchez, 2016).
Entonces, se requiere iniciativa y liderazgo de docentes y administrativos para
vincular a padres de familia en actividades en procesos educativos. Esta
presencia en la formación integral de sus hijos permite generar confianza entre
actores educativos, mejorar gestión escolar y apoyar aprendizajes.
En el diagnóstico del año 2017, los docentes presentan actitudes
positivas frente a su quehacer al enfrentar problemáticas de convivencia en el
aula u otros espacios educativos. Además, expresan que unas veces mantienen la
calma e intentan conciliar. Aunque, muchas veces se exaltan, se enojan y no
siempre se resuelven problemas de manera apropiada. Ellos reconocen que a veces
actúan de forma incorrecta e injusta para una de las partes, dado que no
mantienen la calma y no resuelven problemas de forma asertiva. En este sentido,
ellos se muestran abiertos al diálogo con las partes involucradas, pero les
hace falta la formación en competencias que les permita una mediación apropiada
(Quevedo-Soler, 2020).
De otro lado, para Covey (2012) usar aparatos electrónicos y dedicar
tiempo a redes sociales son factores que afectan la convivencia escolar y son
foco de dispersión en la formación. Por ende, se requiere reorientar el
desarrollo de la sociedad, de forma apropiada, con un mayor esfuerzo de la
escuela para cambiar paradigmas, estrategias y acciones. Entonces, se necesitan
transformaciones en directivos, administrativos y docentes que reformulen sus
proyectos de vida y planes estratégicos para formar seres humanos creativos,
con principios y valores capaces de resolver conflictos de manera negociada y
utilicen óptimamente su tiempo.
Además, con respecto a la actitud de docentes frente a la solución de
conflictos en el aula, ellos expresaron que procuran mostrar siempre una
actitud mediadora y conciliadora. A veces ponen atención para escuchar a sus
estudiantes y son conscientes que son parte importante para solucionar
conflictos porque pueden canalizar emociones entre las partes. Sin embargo, a
pesar de que a veces asumen actitudes autoritarias sienten que existe
impotencia para resolver los problemas de convivencia y descargan la
responsabilidad en los hogares por su inacción. Ellos saben que son ejemplo y
formadores del ser y saber de los estudiantes y que pueden ayudar a construir
el conocimiento, pero son conscientes que no siempre cumplen sus objetivos. Al
respecto, en rejillas de observación se encontró que profesores no cuentan con
herramientas para contribuir de forma efectiva en crear ambientes para mejorar
aprendizajes y resolver problemas de convivencia y en ocasiones no toman
decisiones correctas.
En este sentido, se vio con frecuencia que docentes toman partido por
una de las partes e incluso resuelven conflictos de forma autoritaria. Es
necesaria una formación en principios y valores, invertir tiempo para
cualificarse y ayudar a crecer a sus discentes de forma holística para crear
acuerdos y solucionar conflictos (Covey, 2012). Una buena formación requiere de
equilibrio entre autoridad y la promoción de la participación de los
estudiantes para evitar que se salgan los procesos del camino (Freire y
Faundez, 2014). Al respecto, es indispensable una formación permanente de
maestros mediante talleres, conferencias y reflexiones que hagan ver diferentes
formas de abordar y resolver conflictos de manera negociada. Es necesaria dosis
propiadas de autoridad y confianza para que estudiantes encuentren en sus
docentes unos mediadores de conflictos.
En entrevistas aplicadas a estudiantes en 2018 se encontraron conceptos
de convivencia con diferentes ópticas. Así, en sexto, es una relación óptima
entre compañeros en el diario vivir, con base en el respeto. En noveno, se
involucran aspectos como diversidad, es decir, que la convivencia abarca no
solo el compartir con compañeros, sino con personas de otros géneros, razas o
cultos religiosos, interactuando con respeto y solidaridad. En undécimo, es un
medio por el cual las personas interactúan entre sí, donde se aplica el respeto
de derechos de cada ser humano para mejorar la integración de los procesos del
aprendizaje (Quevedo-Soler, 2020). Sin embargo, a pesar que en todos los casos
existen conceptos de respeto y solidaridad, en la práctica no lo aplican;
únicamente se queda en conceptos.
En encuestas y entrevistas aplicadas en 2019 a estudiantes, se encontró
que la convivencia mejoró en sexto y séptimo una vez aplicados talleres a
docentes y estudiantes. En otros cursos permanece estático y en unos pocos se
siguen presentando conflictos. En estudiantes de noveno, décimo y undécimo, las
opiniones se encuentran divididas y unos se dedican solamente a sobrevivir en
su
espacio escolar. Sin
embargo, más del 75% de ellos son propositivos, en algunas actividades donde
sienten que logran mejorar la convivencia. Ellos han entendido que un espacio
en el cual la convivencia es sana repercute positivamente en su espacio
educativo y en su proceso de construir conocimientos (Quevedo-Soler, 2020). Sin
embargo, necesitan ayuda con procesos de capacitación para adquirir
competencias en resolución de conflictos.
Al evaluar experiencias donde la convivencia escolar persiste de manera
negativa, los estudiantes precisaron que, en espacios como patio y aulas, se
presentan insultos y peleas. Igualmente, se presentan discusiones, malos
tratos, agresiones, intolerancia e individualismo. En este sentido, estos
fenómenos en estudiantes que están desarrollando su parte física, cognitiva y
emocional, las agresiones tienen un punto álgido en los inicios de su
adolescencia (López-Hernaez, 2015). Es urgente promover cambios de paradigmas
en la formación de jóvenes. En estas edades se recomienda fortalecer la
democracia escolar, aplicar el PEI, enseñar normas y promover más participación
de discentes (Pérez y López, 2010). De esta manera hay aprendizajes más
efectivos y con mayor calidad de la educación. Al respecto, se necesita un
mayor trabajo de directivos y maestros para poner en práctica acciones que
superen enseñanza de contenidos, promuevan participación de estudiantes y
docentes con nuevos horizontes en sus proyectos de vida.
Por otro lado, se identificaron actividades que permitieron una
convivencia sana, con nuevos ambientes educacionales: salidas pedagógicas a
universidades, bibliotecas, iglesias, actividades deportivas y culturales.
Otras actividades para mejorar la convivencia fueron: trabajos grupales,
exposiciones en equipo, juegos y actividades lúdicas que permitieron construir
conocimientos y compartir con compañeros. En entrevistas estudiantes expresaron
conceptos positivos de convivencia escolar especialmente en sexto, séptimo y octavo.
Entonces, es conveniente promover más estas actividades en todos los cursos,
con planeación apropiada.
Sin embargo, aún existe cierta resistencia para participar en
actividades lúdicas en grados superiores porque las consideran ridículas. Una
forma de resolver problemas de convivencia es potenciando competencias humanas:
solidaridad, autonomía, reflexión y trabajo en equipo (Covey, 2012).
Paralelamente se potencian capacidades académicas e intelectuales. Entonces, se
observa que, aunque requiere mayor inversión de tiempo, de maestros y
directivos, existen ambientes educacionales que permiten promover construcción
y fortalecimiento de competencias humanas que son bases esenciales para mejorar
la convivencia escolar.
Proyecto de vida docente
Los docentes son mediadores entre estudiantes, conocimientos y ambientes
educacionales. Ellos ayudan a traducir contenidos curriculares en función de
objetivos a obtener para el crecimiento del estudiante. El docente es
fundamental en procesos de convivencia porque el estilo de su liderazgo
posibilita creación de modelos y pautas de actuación del estudiante. Aunque, es
importante vincular a estudiantes y docentes como actores principales de
convivencia escolar, dado que las problemáticas son acciones en el aula y a
veces generan violencia, con un nivel de desgaste profesional alto, cuando el
maestro no puede tomar distancia del problema. Al respecto, el maestro debe
cualificarse para resolver conflictos de manera negociada y actuar como
mediador en conflictos de discentes, a partir de un proyecto de vida que
contemple su actividad como docente y que quiere el progreso de estudiantes.
En este sentido, el docente es mediador de conflictos a partir de
valores para formar estudiantes y promover toma de decisiones asertivas, como
responsables de sus actos (Ramírez-Carmona et al., 2016). La convivencia
escolar sana es importante porque permite el desarrollo integral de niños y
jóvenes a nivel personal e intelectual y en la escuela se puede tomar
conciencia que se pertenece a una comunidad que se interrelaciona día a día en
diversos ambientes. Entonces, para que exista un buen nivel de construcción de
conocimientos se necesita liderazgo de docentes para que los estudiantes
aprendan a resolver conflictos de manera negociada, con principios y en valores
que consoliden competencias humanas y disciplinares. En este sentido, los
discentes tienen mayor recordación y construyen competencias humanas cuando
participan en actividades prácticas y en lo posible lúdicas (Perico-Granados,
Garza-Puentes et al., 2022).
Con base en conferencias y talleres sobre proyectos de vida se
analizaron acciones para orientar construcción y/o reformulación del proyecto
de vida de docentes. Se tomó como referente la propuesta para elaborar
proyectos e investigar sobre un propósito (Perico-Granados et al., 2020). De
común acuerdo con ellos se decidió seguir propuestas de Covey (2012)
especialmente La Tercera Alternativa y Los siete hábitos de las personas
altamente efectivas. Ambas obras profundizan sobre maneras para resolver
conflictos. Al respecto, con talleres se avanzó en escritura de proyectos de
vida de profesores, inclusión de su actividad docente y en convivencia escolar.
Así, once de ellos establecieron por escrito sus objetivos personales y profesionales
(Quevedo-Soler, 2020). Uno de ellos hizo el ejercicio con menos efectividad.
Probablemente con más tiempo para la reflexión sobre la importancia del
proceso, la totalidad hubieran hecho el ejercicio.
Los maestros describieron su misión, su visión, principios y valores.
Además, definieron el significado de cinco principios y valores más importantes
con base en confrontación de autores. Ellos establecieron un promedio de
ochenta comportamientos relacionados con convivencia escolar. Actividades hechas
en tiempos del colegio y descanso, aproximadamente en tres meses. Entonces, el
compromiso público fue visible porque se hizo socialización en tres reuniones
sobre estos aspectos, durante 2018 y dos 2019. Varios docentes buscaron
información adicional a conferencias y talleres para hacer mejor su labor y
todos respondieron que los aportes a su vida y a las actividades del colegio
han sido muy buenos. Con base en estos resultados los docentes están de acuerdo
en desarrollar el ejercicio en un futuro con estudiantes para que ellos
elaboren su proyecto de vida.
En entrevistas a docentes a finales del 2019 se preguntó si hoy en día
el desarrollo de su profesión era lo que ellos esperaban; luego de talleres
expresaron con seguridad que si es lo que buscan. Sin embargo, uno se muestra
escéptico por su realidad, especialmente por los conflictos. Los primeros, a
pesar de estas circunstancias tienen claro que su propósito de vida es ayudar a
construir conocimiento y contribuir para que se formen como personas. Se encontró
que perciben que, con la aplicación de su proyecto de vida, con base en
principios y valores, se muestran más serenos y ven que sus enseñanzas
paulatinamente las ponen en práctica sus estudiantes.
De la triangulación de entrevistas, encuestas y rejillas de observación
se obtuvo que los maestros, en más del 90%, se proyectan en la formación de
excelentes seres humanos. Al respecto, ellos lo hacen de forma periódica y
tienen presente que lo correcto es que le vaya bien a cada una de las dos
partes en conflicto, cuando este se presenta. Cuando se ven involucrados
escuchan a los estudiantes y procuran resolver el conflicto sin que el docente
sacrifique sus valores. Entonces, con las reflexiones y con el apoyo de las
herramientas propuestas saben los maestros que su trabajo tiene sentido en la
transformación de su entorno escolar.
DISCUSIÓN
Igualmente,
profesores expresaron que se esfuerzan por escuchar activamente para luego
solucionar conflictos con base en principios y valores definidos. Enfatizan que
contribuir en una convivencia sana les ayuda a hacer mucho mejor su tarea
porque les permite tener clara su perspectiva en formación de seres humanos.
Precisan que ha sido difícil el cambio, pero que con persistencia aportarán
mucho a la convivencia en el colegio y en casa. En general han hecho una labor
de proactividad que los impulsa a ejercer su rol de forma integral para mediar
conflictos cotidianos. En convivencia se tienen buenos resultados si se
promueve la transformación de la realidad (Gutiérrez-Méndez
y Pérez-Archundía, 2015). Al respecto, con docentes preparados se
obtuvieron resultados positivos en convivencia en lo disciplnar y en
competencias humanas.
28
Entonces, más del 90% de maestros, con base en reflexiones y en
clarificación de sus proyectos de vida, mejoraron su labor docente. Igualmente,
se encontró que su disposición para dialogar genera confianza en sus acciones,
con un conocimiento valioso. Sin embargo, un buen docente marca diferencias en
su enseñanza, por tanto, debe fortalecer su identidad profesional y de
principios,
con precisión del sentido de su trabajo,
con ejecución diaria excelente. Estas reflexiones y talleres deberán llevarse a
cabo periódicamente para que los resultados sean cada vez mejores.
Se basó esta
estrategia en proyectos de vida orientados a resolver conflictos y fomento del
liderazgo en docentes. Son hábitos que se deben cimentar como cambios de
paradigmas para que sus resultados sean continuos, con talleres, reflexiones,
lecturas, análisis grupales, diferentes ambientes educacionales y seguimiento
que se harán durante un tiempo prolongado para que las transformaciones tengan
éxito (Covey, 2012). Con la promoción del proyecto de vida docente se consigue
el objetivo de dinamizar procesos formativos propios y de estudiantes porque en
este proyecto se aplican saberes pedagógicos, potencialidades personales,
sociales y educativos del docente como constructor del conocimiento, transformador
de sí mismo, de su entorno social y cultural (Nieva-Chaves y Martínez-Chacón,
2016). Tiene mayor efectividad el proceso en primeros años de formación.
Figura 1. Comportamiento de convivencia escolar colegio COOPTEBOY
En los tres
casos se hizo con triangulación entre entrevistas, encuestas y rejillas de
observación. De esta manera, los valores obtenidos de los observadores (línea
azul) evidencia que para los años 2017 y 2018 las faltas cometidas por los
estudiantes, en promedio aumentaron un 12%. En el año 2019 el porcentaje de
faltas fue de 32% con disminución frente al 2018 en 8%. El proyecto de vida de
maestros, con base en los hábitos de Covey
Curva
sobre estrategias aplicadas
En la investigación acción educativa se aplicaron dos tipos de
estrategias. En primer lugar, estrategias en aula: diálogo, trabajo en equipo,
juegos de integración, actividades lúdicas para adquirir conocimiento, salidas
de campos, visitas a bibliotecas, convivencias y campeonatos deportivos. En
segundo lugar, se tienen estrategias curriculares: centro de conciliación,
valor semanal en Ética y otros espacios académicos, docentes mediadores de
conflictos, fortalecimiento de labor de directores de grupo y cambios en el
plan de estudio de Ética, para trabajar desde la convivencia escolar. Las
curvas definidas fueron: promedio de observadores y de aplicación de proyectos
de vida de docentes con base en hábitos de Covey y promedio de opiniones de
actores con base en estrategias aplicadas (Quevedo-Soler, 2020). Los resultados
se muestran en la Figura 1.
(línea naranja) muestran un crecimiento
sostenido durante los años 2017, 2018 al 2019. Esta estrategia se aplicó a
docentes para identificar su compromiso con su labor docente en integridad con
todas sus áreas de equilibrio personal. El incremento observado fue de 84% en
dos años, con un ligero incremento en el segundo. En el 2017 no se aplicó
ningún instrumento, puesto que se llevaron a cabo conversatorios y talleres
sobre el proyecto de vida con base en los hábitos a los docentes. De la misma
manera, se evaluaron percepciones de actores sobre
estrategias que se aplicaron durante años
2018 y 2019. Así, en 2018 se observa un aumento en las estrategias en un 42%,
pero para el 2019 ellas disminuyeron en un 2% (Quevedo-Soler, 2020).
Al respecto, con base en lo observado el conjunto de estrategias se debe
seguir fortaleciendo: centro de conciliación, valor semanal vinculación de las
áreas y estrategias de aula como trabajo en equipo, juegos de integración en
las actividades de clase, salidas de campo y las que permiten involucrar a
estudiantes en actividades lúdicas, que en su conjunto fueron bien recibidas
por ellos, con pocas excepciones. La construcción o reconstrucción del proyecto
de vida en docentes, con base en los hábitos propuestos por Covey, permitieron
a estos examinar su labor profesional y su vida personal. Los resultados
muestran un incremento de su aplicación en el ejercicio profesional, dado que
los objetivos de aprendizaje los precisaron en sus clases, ayudaron con más
efectividad a la construcción del conocimiento en sus estudiantes y su
contribución es notoria. Las estrategias aplicada permitieron una cohesión
entre grupos estudiantiles y promovieron una convivencia escolar sana, aspectos
reflejados en la disminución de ocurrencia de faltas (Quevedo-Soler, 2020). Con
diferentes estrategias y contribución de docentes se disminuyeron las faltas en
promedio.
La convivencia es un proceso social construido sobre valores como
respeto, reconocimiento y solidaridad, para la creación de un mundo común (Díaz
Better y Sime Poma, 2016). La educación contemporánea se ha centrado en conocer
y hacer pero descuidando el aprender a vivir juntos y el aprender a ser
(Villalba-Cano, 2016). La sana convivencia permite una disminución de
violencia, mejora los ambientes educacionales y fortalece relaciones con los
semejantes (Gutiérrez-Méndez y Pérez-Archundía, 2015). Al respecto, el ser
humano se sigue formando en la escuela y es el laboratorio para aprender a
convivir y superar la formación reduccionista para la vida laboral. En este
sentido, para obtener resultados positivos se necesitan concentrar esfuerzos
con objetivos claros y metodología diseñadas que transcurran de manera fluida y
positiva.
Entonces, además de enseñar contenidos curriculares es indispensable
formar en principios, valores y a convivir con base en la solución de
conflictos de forma
negociada. La metodología participativa de los estudiantes permite que ellos
aporten en las decisiones y mejora la convivencia en los espacios académicos
(De la Concepción, 2015). Las actividades lúdicas permiten modificar conductas
violentas, disminuir agresión entre estudiantes, promover un buen trato,
fortalecer una personalidad reflexiva, solidaria y crítica de estudiantes
(Posso et al., 2015). Entonces, como una estrategia se propone acercar primero
a docentes, con conversatorios y talleres, promover su proyecto de vida, de
manera integral, orientado al servicio y a la convivencia escolar y luego
buscar la participación de estudiantes, aspecto que genera compromiso.
Finalmente, la escuela es un lugar de encuentro de diversas
individualidades, para involucrarse en un proceso de formación como ciudadanos
y es deber de sus actores promover que suceda. Allí comienza la convivencia y
presenta desafíos que requieren creatividad de docentes y directivos para que
la conviertan en el laboratorio para formar seres humanos competentes y para
vivir en democracia (Pérez-Tapias, 2017). En este sentido, la escuela debe
contribuir en la construcción continua de la sociedad, con la formación de
estudiantes críticos y creativos que participen de manera activa en la
convivencia. Al respecto, las instituciones educativas deben formar desde los
primeros años de escolaridad, en principios y valores sólidos para contribuir
en la construcción de un mundo mejor.
CONCLUSIONES
En la percepción de docentes y otros actores, ellos crecieron de forma
consistente en sus acciones concretas para mejorar la convivencia escolar, a
partir de su proyecto de vida. Además de la voluntad
de maestros fue necesario un proceso de cualificación para obtener resultados
positivos. Entonces, para que perduren, se necesita llevar a cabo
conversatorios y talleres durante un tiempo mayor, cerca de tres años, para
transformer la cultura institucional.
Se observó que los grados sextos, séptimo y
octavo disminuyeron sus faltas en un 8%, en el segundo y tercer año, y en las
que incurrieron prevaleció el irrespeto entre ellos. En grados noveno, décimo y
undécimo, con las mismas estrategias, los resultados han sido menos
favorables. Al respecto, la convivencia escolar es
esencial para un aprendizaje óptimo.
Las estrategias que involucran el trabajo en
equipo, juegos de integración, centro de conciliación, salidas de campo,
visitas a museos, donde el estudiante es protagonista principal, permitieron a
estudiantes desarrollar lazos fuertes de compañerismo y sentimientos positivos
de convivencia.
La participación de padres de familia ha sido
menor con un 63% de inasistencia a reuniones de padres, talleres y entrega de
boletines. Para un buen desarrollo de competencias integrales de niños y
jóvenes es un factor determinante su participación y compromiso. Ellos verán
los resultados positivos en las etapas de la adolescencia y en su desarrollo
posterior, con sentimientos de comprensión y confianza. Se necesita mayor
esfuerzo de directivos, administrativos y docentes para obtener su
vinculación.
La sana convivencia cumple el propósito de
fomentar acciones democráticas, desde el seno de la escuela, para que hombres y
mujeres del mañana contribuyan a fortalecerla y promuevan una sociedad civil
robusta, que facilite su cimentación.
Un PEI bien diseñado y con frecuencia revisado permite que junto con el
aprendizaje de normas sean fuente para construir una convivencia sana en
centros educativos.
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